EL TIEMPO


domingo, 13 de enero de 2013

EL REGRESO DEL PROFESOR ARMÓNDIGA


¿Poggi? ¿Quién es ese Poggi? ¿El hermano de la cerdita Peggi? ¿Cómo se pronuncia? ¿Polli? ¿Como los pollitos mi compare? Lamentable. No se os puede dejar solos.
Me voy unos meses por ahí a formar a futuras promesas del pádel mundial, qué digo mundial, galáctico, y os abandonáis a los brazos de cualquier intruso o buscavidas. Desagradecidos. ¿Dónde han quedado tantas y tantas horas de sudores compartidos en las canchas? ¿Tantas y tantas horas de momentos íntimos en los vestuarios recogiendo juntos del suelo pastillas de jabón? ¿Tantos y tantos montaditos de lomo con pimientos sobre cubas de cerveza del tamaño de un container?
Acabo de regresar de un gira triunfante por muchos países y estoy triste. Esperaba un recibimiento a la bajada del avión en el aeropuerto de Jerez, con Pepe Rubio agasajándome con una ración de perdices, Diego Pérez dándome un talón de la Caja (perdón, quise decir la Caixa) por mis servicios y el doctor Fernández de Córdova haciéndome uno de sus famosos masajes en las rodillas. ¿Y qué me encuentro? Dos jubilados recibiendo a su hijo que trabaja en Düseldorf y un señor con un cartel en la puerta de Salidas en el que se podía leer: "Mr. Wilson". "Será el de las bolas de pádel", me dije. Qué va, ese tal Wilson regenta una tienda de tazas de té en Bayswater y venía a colocarle un pedido a un comerciante local.
Cabizbajo, me subí al taxi camino de mi casa en El Puerto y rememoré los momentos vividos en Argentina, donde he dado varios clinics y he dado también buena cuenta de enormes cantidades de novillo. "Cheeeeé, professssorrrr... Restáme esta bola, boludoooo...", resonaban las palabras de mis queridos alumnos de Rosario, Mar del Plata, Puerto Madero, Palermo, Almagro, San Telmo... Lista de espera he tenido para dar clases a tantos novicios del pádel. El taxista que me traía de regreso a El Puerto desde Jerez me despertó y me dijo solemnemente: "Hemos llegado. Son cuarenta leuros". "Disculpe, sólo llevo pesos", le contesté aún medio dormido. "Ya, ya veo que tiene sobrepeso", me replicó. Y al final tuvimos una discusión inútil y una bronca que acabó por hacer más agrio mi regreso a ésta mi tierra.
Aterrizando en mi hogar, dulce hogar, dulce porque me comí una docena de donuts congelados que había guardado en la nevera antes de mi partida, encendí el ordenador. Y, naturalmente, la primera página que abrí en el ordenador fue el blog del equipo de pádel de Las Redes. Podía haber abierto la página que tengo en favoritos como página principal, que es la de Jamones Badía, pero no. Abrí la del equipo de pádel de Las Redes. ¿Y qué me encuentro? Un post de las clases de Poggi. Con un video. Y a mí nunca me han publicado un video de mis clases. Ni siquiera un video de las barbacoas que he organizado este verano y a las que todos los miembros del equipo se han apuntado para dar buena cuenta de chuletones y papas con mojo picón. A lo largo de todo este tiempo he tenido miles de ofertas para entrenar a equipos, que siempre he rechazado para no dejaros solos: la selección de tiro con arco de Guadalajara, la de pesca con mosca en Zamora (y mira que es difícil pescar en Zamora), la de escafandrismo en La Rioja (que se practica en lagos artificiales), la de ajedrez acrobático en Castellón... Ofertas que nadie habría rechazado jamás. Pero yo os preferí a vosotros, queridos amigos que ahora no me valoráis.
Así que, queridos desgradecidos, me retiro a mis cuarteles de invierno y dejo de daros clases por una temporada. Cuando empecéis a perder partidos, me empezaréis a echar de menos. Seguid confiando en esos profesores de tres al cuarto que así os irá. Mientras tanto, estaré hibernando cual oso de Yellowstone y jugaré al pádel con mi compañero Bubu.
Vuestro, afectuosamente,

Profesor Armóndiga.

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