EL TIEMPO


martes, 5 de febrero de 2013

HOMENAJE EN OBREGÓN

Foto del grupo en la que falta Javi Fernández, el capitán, que en ese momento había ido a comprar pan a La Pastora para mojar sopones en la salsa del pollo. Junto a David, Paco, Jaime, Josemi y Rafa, aparece Alberto Villalba, toda una leyenda, la 'saeta rubia' del pádel mundial.


Si los periodistas del prestigioso New York Times hubiesen visitado la Bodega Obregón el sábado 26 de enero, cuando se celebró allí la comida del Equipo de Pádel de Las Redes, probablemente ahora este bello y entrañable rincón portuense sería conocido por aparecer en la sección de Sucesos, y no en la de Viajes, del citado rotativo de la Gran Manzana.
Efectivamente, se llevó a cabo en el reservado de la citada bodega el almuerzo anual del Equipo, que este año se trasladó al mes de enero por aquello de los compromisos internacionales de varios de los miembros durante las pasadas fiestas navideñas. Y el resultado pudo contemplarse en los rostros satisfechos de los jugadores asistentes al término del almuerzo en el que no faltó el famoso pollo al Pedro Ximénez, la berza, el menudo, las papas aliñás y unas judías muy grandes de nombre levantino del que no nos acordamos ya. El remate fueron los montaditos de pringá con los que nos obsequió Manolo Obregón como postre. El Fino La Draga y el Brandy Obregón sirvieron para regar tal cantidad de calorías.
Hubo momentos de gran emoción, con lagrimones corriendo por los rostros de los comensales al degustar estos exquisitos platos. Pero también hubo tiempo para la pedagogía cuando uno de los lugartenientes de Manolo Obregón, el célebre Cote, dio lecciones de enología a Jaime Estévez. "¿Sabe usted qué es peinar el vino?", le preguntó, a lo que el famoso jugador de pádel sólo pudo contestar al estilo gallego: "Depende si es con la raya enmedio o a un lado".
La conversación concluyó en clases magistrales de enología, de equitación, de agricultura, de astronomía y sobre las cosas realmente importantes de la vida.
Tras el copioso almuerzo en Obregón, los asistentes desplazaron su punto de perpendicularidad a la tierra unos grados más abajo, en la calle Misericordia, la milla de oro de los bares y pubs portuenses, donde dejaron huellas de su presencia. A medida que la verticalidad se iba perdiendo, los miembros del equipo también iban desapareciendo, mezclándose en la bruma de la noche y confundiéndose con un paisaje que invitaba ya en esos momentos a la más profunda evasión.

Nuestro agradecimiento desde estas líneas a Manolo Obregón y a todo su equipo por su renovada hospitalidad y al servicio de localización de personas y animales de Protección Civil por su impagable contribución a que nuestro grupo permanezca si no unido, al menos vivo.

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